viernes, 24 de junio de 2011

El último exorcismo


En 1998 se estrenó en los cines de todo el mundo El proyecto de la bruja de Blair, inmenso éxito de taquilla allá por dónde se proyectaba, siendo una de las primeras películas que utilizaba la cámara subjetiva o la primera persona (contando con el ya algo lejano precedente de la italiana Holocausto caníbal, a la cual los padres de la bruja plagiaron sin ningún miramiento no sólo en la forma de realizar la película, sino también en la campaña publicitaria, basada en hacer creer al pueblo llano que los hechos narrados en pantalla eran reales), método que consigue lograr una mayor implicación del espectador en los terroríficos acontecimientos que sucedían en pantalla. Teniendo en cuenta este detalle, resulta curioso y bastante sorprendente el hecho de que la actual moda de rodar películas en primera persona haya tardado unos cuantos años en establecerse en Hollywood, cuando lo lógico, conociendo la manera en la que funciona actualmente la meca del cine, hubiese sido el intentar explotar el filón y agotarlo lo más pronto posible.

Es posible que esta moda tardía guarde una estrecha relación con el auge de los videos caseros de internet, en el cual cualquier persona puede grabar con la cámara de su teléfono la ostia que se pega su vecino tratando de emular muy inteligentemente a los héroes de Jackass. Así que quizá esta manera más directa de tratar la realidad se acerca a la sensibilidad de las nuevas generaciones más acostumbradas a estos formatos que suelen causar el rechazo dentro del público más tradicional.

Como decía, aprovechando en el algo injusto olvido en el que ha caído El proyecto de la bruja de Blair, en los últimos años hemos tenido un aluvión de películas con el mismo uso de la narrativa. La lista es larga, pero tenemos por ejemplo The black door, The Troll Hunter, Paranormal activity y secuela, el primer acto de Distrito 9, Rec y secuela, Monstruoso, Diary of the dead o El último exorcismo, todas ellas, curiosamente, retratando una amenaza fantástica y/o terrorífica, desde sectas peligrosas hasta demonios, pasando por zombies y por lo que cojones sea el bicho de Monstruoso (nada bueno, seguro). Este tipo de filmes no dejan indiferente a nadie, puesto que necesitan de la implicación del espectador, quien pasará uno de los momentos más terroríficos de su vida si entra en la película, mientras que si no lo hace corre el riesgo de morirse del aburrimiento.

El último exorcismo es la última muestra de este nuevo subgénero que ha llegado a nuestras pantallas, y mi favorita desde lejos, quizá junto a Monstruoso (que horrendo título español para el más poético Cloverfield original, el cual resume a la perfección todo lo poético que puede ser una hora y veinte minutos de un monstruo gigante destrozando Nueva York). La película la ha dirigido un tal Daniel Stamm, de nacionalidad alemana y que según dice internet, en su anterior filme ya utiliza el mismo recurso narrativo. Curiosamente, su última película es la única de este subgénero que utiliza efectos musicales para enfatizar las secuencias de terror y asustar al espectador, rompiendo así en algunos momentos la sensación de realidad absoluta conseguida.


El Reverendo Cotton Marcus es un hombre de Dios que se dedica a hacer exorcismos, y que en un determinado momento sufre una enorme crisis de fe que le lleva a dejar de creer en Dios. Desde entonces decide estafar a las familias que le piden ayuda, puesto que se trata de fanáticos religiosos y reaccionarios que confunden cualquier enfermedad mental o trastorno psicológico con la posesión diabólica. Cansado de esta manera de ganarse la vida, contrata a un equipo de grabación para que le acompañen durante su último exorcismo y así poder desvelar al gran público las argucias y artimañas de las que se ha estado valiendo los últimos años para sacarle los dineros a la gente. Pero cuando llegan a la casa donde vive la chica supuestamente poseída, los acontecimientos se complicarán hasta llegar al punto de que lo que en un principio parecía un engaño más puede esconder algo diabólico en su interior.

El último exorcismo es una película con muchas virtudes. La primera de ella es la manera natural y realista de retratar el exorcismo (bueno, lo más realista que se puede retratar algo así), así que olvídense del show diabólico y macabro que acontecía durante la segunda mitad de El exorcista, película que ha marcado para bien y para mal las películas de posesiones, de las cuales la que aquí nos ocupa es de las pocas que consigue alejarse del canon establecido por el filme de William Friedkin, a pesar de que la campaña de promoción ha tratado de emular las icónicas imágenes de este clásico. Otro de los puntos fuertes del filme es el juego planteado sobre los acontecimientos, puesto que hasta los últimos diez minutos finales de película no descubrimos si se trata de una posesión real o un trastorno mental, o ninguna de ambas cosas, estableciendo una lucha entre la razón y la fe ciega, personificada la primera por el Reverendo Marcus y la segunda por el padre de la muchacha.

También merece la pena destacar las interpretaciones de los miembros del reparto, especialmente Patrick Fabian, quien interpreta al Reverendo Cotton Marcus, y que resulta uno de los auténticos descubrimientos de la película, ya que este señor se dedicaba a ser galán de telenovelas y telefilmes estadounidenses de baja estofa, y que en esta ocasión destila un carisma arrollador, especialmente durante la primera hora de película. Ashley Bell, como la chica “poseída”, cumple a la perfección su papel, con su ambigua interpretación entre la chica angelical cristiana y la súcuba demoníaca, al igual que Louis Herthum como el padre fanático y temeroso de Dios.

La película articula una crítica bastante corrosiva contra la fe religiosa más intolerante y fundamentalista, muy notable especialmente en las secuencias del Reverendo Marcus predicando la palabra de Cristo, y también en la composición del personaje de Louis Sweetzer, lo cual la aleja de otras películas de este subgénero aparentemente más vacuas como la saga Paranormal activity. Otra cosa es su desenlace, que rompe en gran medida con lo establecido durante el resto del metraje, pero bien molón que es y el mal cuerpo que pone, además de recordar a Alicante en Hogueras de San Juan o a Valencia en Fallas, lo cual ayuda todavía más a conseguir ese mal rollo.

Sin ser una película de terror convencional, El último exorcismo acaba inquietando y dejando un regustillo amargo en la memoria del espectador, a lo que sin dudarlo ayuda la ambientación de la historia en los mágicos y casi sobrenaturales paisajes de la pantanosa Louisiana, lugar indicado para que el demonio campe a sus anchas debido al sincretismo brutal y a la mezcla de religiones que existe en la zona, desde las cristianas hasta las creencias más paganas, sin olvidarnos del vudú y de las sectas. Hasta el momento, El último exorcismo es uno de los mejores exponentes a la hora de unir una temática tradicional del cine de terror con los recursos narrativos más actuales, logrando un filme tan efectivo como aterrador.