martes, 5 de julio de 2011

Masters Of Horror I. Esculturas humanas


(Aviso: spoilers del primer episodio)

Allá por el 2005, cuando se anunció la realización de una serie de televisión de episodios de terror independientes entre sí y con el objetivo de que cada capítulo fuese dirigido por un director afamado del género, el aficionado medio se frotó las manos pensando en las horrorosas delicias que podían salir de este formato. Especialmente porque, si algo ha caracterizado la primera década del nuevo siglo, ha sido el auge de la televisión y la renovación tanto de estilo como de argumentos que ha experimentado este medio, otorgando series muy por encima de la calidad a la que nos tenía acostumbrados. No sólo eso, sino que también se atrevía a plasmar ideas e imágenes que no habrían tenido mucha cabida en el cine americano actual más mainstream.

Así que el proyecto de Masters of Horror prometía ser un punto y aparte dentro del terror norteamericano, y efectivamente, lo ha sido, pero no por la razones que se esperaba. Es normal que dentro del concepto de serie, teniendo cada capítulo un aparente responsable final distinto, haya capítulos mejores, peores y más normalitos. Lo que sorprende es la pátina de mediocridad que asola casi todos los episodios. Esto puede deberse al tutelaje en todos la serie de Mick Garris, quien no destaca precisamente por su aportación al cine de terror, o la elección de viejas glorias ya olvidadas y en cuyos currículos solamente destaca alguna película notable realizada hace treinta años por lo menos. Así que no extraña que finalmente la serie haya sido un fracaso y que sólo se hayan filmado dos temporadas antes de sufrir su inevitable cancelación. Por lo que sea, podemos hablar de una gran decepción dentro de la mayoría de los capítulos de Masters of Horror visionados por un servidor. Y masoquista que es uno, me comprometo a ir comentando todos los episodios.

Empezamos por Esculturas humanas, dirigida por el ya olvidado Don Coscarelli, firmante del clásico del 79 Phantasma, y entre cuyos títulos más recientes destaca Bubba Ho-Tep, con la graciosa y algo desaprovechada premisa de enfrentar en un asilo de ancianos a un envejecido Elvis contra una momia legendaria. Su contribución a Master of Horror consiste en la historia de Ellen, quien sufre un accidente en la carretera, en medio de la nada. Pronto es atacada y perseguida por el bosque, así como quien no quiere la cosa, por un hombre alto y delgado, de piel pálida, con aviesas intenciones (pero no con erótico resultado). Un inciso: a lo largo de todo el capítulo asistimos a una serie de flashbacks que nos cuentan la relación de Ellen con Bruce, desde su primera cita hasta su boda y posterior separación. Bruce (que está interpretado por un estropeado Ethan Embry, el prota de aquel clásico teen de los 90 llamado Ya no puedo esperar) se caracteriza por ser un fanático de las armas, del entrenamiento militar y de tratar de doblegar la naturaleza. Vamos, un fascista en toda regla.

Pero volvamos a la persecución. Ellen aprovecha las enseñanzas de su marido para poner varias trampas a Moonface (que así se hace llamar el psicópata de turno), pero al final acaba siendo atrapada, quedando más heridas por sus trampas tanto ella como la otra víctima que ha caído en las garras de Moonface.

Al llegar a casa del asesino, vemos una serie de cadáveres convertidos en esculturas, todos ellos con las cuencas de los ojos vaciados (de ahí el título español al original mucho más ambiguo Incident on and off a mountain road). Ellen acaba encadenada en el sótano, donde hay una especie de anciano enloquecido, aparentemente también prisionero, y que está interpretado por Angus Scrimm, aquel mítico Hombre alto que aparecía en Phantasma. Bueno, tras muchos avatares, que incluyen a Moonface perforando con maquinaria los ojos de una víctima viva, Ellen consigue escapar y dar su merecido al asesino, quien supuestamente fallece al caer desde la ventana de su casa a un acantilado del mar que hay en el otro lado (¿?). Esto sería en gran medida los sucesos acaecidos en Esculturas humanas, pero me dejo el desenlace para después, que merece una reflexión aparte. Bueno, hasta el momento lo transcurrido, a pesar de no estar mal dirigido y tener buen uso de la técnica, NO SE APARTA EN ABSOLUTO de lo que ya hemos visto en miles y miles de películas de asesinos raros o inhumanos atemorizando a una joven indefensa (aunque aquí sabe algo de entrenamiento militar, pero sólo le sirve para ir enervando más a Moonface).

No sólo eso, sino también podemos encontrar reminiscencias ya más concretas y particulares de La matanza de Texas, puesto que no se aleja mucho Angus Scrimm cantando y diciendo locuras de un Bill Moseley desatado en la infravaloradísima segunda parte de esta saga, o incluso de Jeepers Creepers, con las esculturas humanas y el uso de los ojos de las víctimas como elemento importante de la trama. Vamos, que la falta de originalidad del capítulo lo convierte en algo tedioso y rutinario, una historia que cualquier fan del cine de terror ha visto en muchísimas películas.

Es entonces en el desenlace donde se intenta dar una vuelta de tuerca original a toda esta situación, aunque bastante chocante. En un flashback vemos que el marido fascista de Ellen no puede superar su abandono, y tras darle una paliza, la viola y sodomiza. Entonces ella aprovecha un momento de descuido de su verdugo para estrangularle y acabar con su vida. De hecho el cadáver del marido se encuentra en el maletero de su coche, y ella utiliza la maquinaria de Moonface para extirparle los ojos y culpar de la muerte de su marido al asesino despiadado que intentó asesinarla. Coscarelli plantea esta situación de una manera bastante misógina, pasando de golpe Ellen de víctima a pérfida manipuladora, retrato que, independientemente de la ideología de cada uno, acaba resultando MUY FORZADO, más que nada por las condiciones en las que ella acaba matando a su marido. Imagino que la idea que pasaba por su mente y la de sus guionistas era trasgredir la psicología siempre convencional del prototipo femenino de lo survival, es decir, que la víctima finalmente fuese un verdugo, idea que no está mal, pero que aquí acaba resultando muy poco creíble y algo injusta.

En resumen, Esculturas humanas sigue todos los tópicos ya resobados y utilizados en historias similares, y cuando intenta diferenciarse de ellas, patina estrepitosamente. Curiosamente, el episodio aquí comentado fue el capítulo piloto del proyecto, y la recepción tanto de los espectadores como del fandom fue positiva, lo que impulsó a la cadena a dar luz verde a la serie. Después se realizaron capítulos dirigidos por Joe Dante, Tobe Hopper, John McNaughton, John Landis, Dario Argento, Stuart Gordon, John Carpenter…

Todos ellos y muchos más, próximamente en El túmulo del chamán.